Morcilla de Burgos

La morcilla es un
producto asociado de forma tradicional a la matanza
del cerdo. En
gran parte de las casas de la provincia de Burgos se
realizaba y en
algunas aún hoy se realiza la crÃa de uno o varios cerdos
destinados a la tradicional matanza.
La morcilla desde antiguo se
elaboraba con distintas partes del cerdo
como la sangre, las tripas
y la manteca, a la que se añadÃan productos de origen vegetal como la
cebolla horcal y especias como el pimentón y
la pimienta. No fue
hasta el siglo XVIII cuando a la morcilla de Burgos
se incorporó el
arroz. Fueron los carreteros los que trajeron este
ingrediente de
las tierras valencianas donde llevaban la madera obtenida
de los
pinos de la sierra. Quedaron asà sentadas las bases de la
morcilla
de Burgos, «sosa, sabrosa y picantosa», que hoy conocemos con
sangre, arroz, manteca, cebolla horcal, sal, pimienta y pimentón,
todo ello embutido en tripa y
posteriormente cocido.
Comer una morcilla de Burgos recién cocida
es un placer y, siguiendo con
la tradición de que del cerdo se
aprovecha todo, también el caldo de cocer las morcillas,
conocido como caldo mondongo, se utiliza para poder
cocinar unas
buenas sopas.
Además, como ocurre con gran parte de los productos
tradicionales y
artesanos en cada zona de Burgos, incluso se puede
decir que en cada
casa se da un toque particular a la morcilla que
la diferencia de otras
y enriquece a un producto ya de por sÃ
excelente. AsÃ, nos encontramos
con morcillas que además de
manteca tienen sebo, o que incorporan otras
especias aparte de
pimentón o pimienta, como clavo, canela, orégano,
tomillo,
anÃs.... El arroz se añade generalmente crudo o ligeramente
cocido, teniendo cuidado al rellenar la tripa, pues si se deja muy prieta puede romperse. La
tripa que se utiliza para embutir los
ingredientes es generalmente
de cerdo, aunque algunas veces se utiliza
la de vacuno.
Es difÃcil
pasar por tierras burgalesas y no probar este delicioso
embutido
que, por las nuevas formas de envasado que hoy existen,
permiten
llevárselo y servir de sabroso obsequio.
Queso fresco de
Burgos
Es un exquisito y suave
queso no madurado de un intenso color blanco,
sin ojos y normalmente
sin corteza o con corteza muy fina, originario de
Briviesca,
localidad que cuenta con una importante cabaña ganadera de
ovejas
de raza churra. La enorme importancia y el creciente consumo y reconocimiento del queso
fresco de Burgos han traspasado las fronteras
de esta provincia y
asÃ, hoy en dÃa es uno de los quesos más conocidos,
apreciados e
imitados de Europa. En un principio se
elaboraba con leche de cruda oveja y cuajo animal,
sazonando su
exterior con sal granulada o por inmersión en salmuera. A
continuación el queso se intro ducÃa en recipientes de barro y se
dejaba
secar en lugares frÃos y húmedos, evitando su
enmohecimiento.
Actualmente se produce
con leche pasteurizada de oveja, de vaca o mezcla
de ambas, a la que
se añaden sales de calcio y cuajo animal,
obteniéndose la cuajada
al cabo de aproximadamente media hora de reposo
a unos 29º C.
Después del desuerado, el queso se escurre en moldes y se
puede
someter finalmente a un suave salado.
La grasa del queso fresco de
Burgos está constituida mayoritariamente
por ácidos grasos
saturados y, al tratarse de un alimento de origen
animal, contiene
colesterol. Sin embargo, por su elevado contenido en
agua y bajo
porcentaje de grasa en relación con otros quesos, puede
consumirse
en cantidades moderadas en casi todas las dietas. Su valor
nutritivo
es altÃsimo por su riqueza en sales minerales, especialmente
calcio, excelente relación calcio/fósforo, contenido en vitaminas
(A, E,
riboflavina, tiamina, piridoxina, cianocobalamina, ácido
fólico y
niacina) y en proteÃnas de calidad. Se digiere fácilmente
y es adecuado
para la práctica totalidad de la población.
En
muchas ocasiones es un ingrediente fundamental de numerosas recetas
de cocina y no puede faltar en el tradicional y exquisito "Postre
del
abuelo", acompañado de mieles y nueces de nuestra
provincia, cuyo sabor
sorprende de forma muy grata a los paladares
más exigentes por su
extraordinaria coordinación, equilibrio y
plenitud aromática.
Lechazo

El lechazo es toda una
institución en toda la provincia de Burgos, y
goza de una
reputación especial en Aranda, Lerma y La Bureba. En el
siglo XVII
fue considerado el animal de más provecho y más necesario
para el
hombre de cuantos Dios ha creado.
Los corderos más finos y sabrosos
proceden de la emblemática oveja
churra, una de las razas más
antiguas de la penÃnsula. En nuestra provincia, el más
apreciado es el lechal, es decir, las crÃas que
todavÃa maman. La época ideal para
comer y saborear el lechazo es la primavera, ya que
entonces la
oveja come los nuevos pastos que, sin duda, dan un mejor
sabor a la
carne de las crÃas. Su carne, de textura muy suave y jugosa y
con
un sabor muy agradable, ha sido de siempre una de las más
preciadas. Por todos es bien
conocido el refrán: "De la mar el mero y de la tierra
el
cordero".
Desde el punto de vista nutricional, la carne de
cordero es una buena
fuente de proteÃnas de alto valor biológico y
fácil digestibilidad.
Aunque su grasa nos aporta mayoritariamente
ácidos grasos saturados,
también es buena fuente de ácidos grasos
insaturados, con efectos más
saludables para nuestro organismo.
También es fuente de numerosas
vitaminas, en concreto A, E y
vitaminas del grupo B. Como minerales,
cabe destacar el aporte de
hierro, potasio, zinc, magnesio y fósforo.
Existen numerosas formas
de preparar el cordero, pero como mejor se
saborea su delicada carne
es asado en una cazuela de barro, troceado en
cuartos y a fuego
lento, para que se haga en su propia sustancia, aunque
el secreto de
un buen asado se esconde en la maestrÃa y en el buen hacer
de los
maestros mesoneros. Si se calienta el horno con sarmientos y
leña,
mejor todavÃa. No hay que olvidarse, sin embargo, de las famosas
chuletillas, que resultarán un exquisito manjar. Un complemento
ideal
para él serán un pan de hogaza o torta de aceite, ensalada y
un buen
vino de la tierra.
Del cordero se aprovecha prácticamente
todo: las cabezas, asadas al
horno; las manitas, guisadas en
variadas preparaciones; y los riñones, a
la plancha. Cualquier
parte del cordero es un bocado excelente.